jueves, 3 de enero de 2008

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El Fede me pasó esto al azar por mésenyer.
Es un fragmento de "Gertrudis", el libro del macanudo de Hesse.
Bueno, fijensén:

A cada instante había una melodia. En mi sangre, en mis labios, un compás y un ritmo en mi aliento y en mi vida. Por muy ansiosamente que buscase a través de otros muchos senderos la redención, el olvido o la liberación, por muy grandes que fuesen mi sed, mi anhelo de Dios, de comprensión y de paz, todo esto lo hallaba una y otra vez exclusivamente en la música. No era menester que se tratara precisamente de Beethoven o de Bach, no; el mero hecho de que la música existe en el mundo y de que un ser humano pueda conmoverse por la armonía de sus sones hasta lo más hondo de su corazon y sentirse compenetrado con ella, estas solas realidades han significado para mi siempre una consolación profunda y una justificación de la existencia. ¡La Música! concibes una melodia, la cantas mentalmente, solo mentalmente, y embebes todo tu ser en ella... de suerte que toma posesion de todos tus movimientos y energías; durante esos momentos en que vive en tí, apaga todo lo azaroso, maligno, brutal y triste que pudiera haber en tu interioridad; hace vibrar el mundo al unísono, convierte en leve lo pesado y lo ridículo en alígero... Todo eso lo consigue la simple melodía de una canción popular. Y no hablemos de la armonía: cada acorde eufónico de armonía pura, como en un repique simultáneo de campanas, llena el alma de gracia y de una alegría que crece con cada nota que se le añade al acorde; es más, puede en ocasiones enardecer el corazon y hacerle estremecerse de delicia hasta un extremo no logrado por deleite alguna.


Me irritan mucho las palabras que llevan acento y no lo tienen.-

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