Magic: the Gathering®

La magia es algo muy simple.

Y tiene una forma re copada de expresarse.

Sucede mas o menos así. A algunos de nosotros nos parece tan, pero tan genial la idea de que exista la magia, que un día decidimos que queríamos creer en ella. Porque sí nomás. De delirantes. Porque imaginarse un mundo con magia es mil veces mas fanatástico que el aburrido mundo de los contadores. Porque nos dimos cuenta que no hay porqué tener un tope para querer cualquier cosa.

Y en cuanto empezaste a creer, sin esperar nada, ahí es cuando se pone en marcha. Y empieza mostrarte que existe. Y no sólo que existe, sino que está de tu lado. Y por más terco que quiera ser uno, por más que uno se olvide, y se vuelva a olvidar de que eso que pasó no tenía sentido, no pudo haber pasado, ella se encarga de que a uno no le quepa la menor duda. Ya llega un punto en el que la razón se queda sin argumentos. Entonces tiene que ceder. El mundo de las cosas que pasan es una especie de grán parque de diversiones en el que todo pasa porque sí. Los recuerdos no son más que una maqueta de humo que va siendo devorada por por una especie de cerdo cimarrón enano gigante que en mi cabeza representa el olvido, el Oblivion.

Ese es el punto también en el que te empezás a percatar de la existencia los brujos del mal. De los demonios y de los homúnculos que se pasean por la calle. Los humanoides, los vampiros, los súcubos.

Pero no importa. Porque uno también sabe que es el rey del mundo, y que está salvado. Que si robás en el supermercado, nunca te van a descubrir. Que si por accidente dejás la bici afuera, no te la van a robar. Que por más osado que te tires a cruzar Av. del Libertador en verde y en hora pico, no te van a atropellar. Que si le das el auto a un amigo borracho que no sabe manejar, no lo va a chocar. -cuek- Y que si algún día, alguna de esas cosas pasan, no importa. En el peor de los casos, te morís. Algún día te iba a pasar de cualquier modo.