Ahora bien, sabemos que la vida es sólo un escenario para hacer de locos mientras uno se divierta. Había un servicio más que le faltaba a la comodidad moderna: una manera decente, fácil, de abandonar el escenario; las escaleras traseras a la libertad; o, como he dicho hace un momento, la puerta secreta de la Muerte. Esto, mis rebeldes compañeros, es lo que proporciona el Club de los Suicidas. No supongan que estamos solos, ni que somos excepcionales, en el muy razonable deseo que experimentamos. Existe un gran número de semejantes nuestros, que se han cansado profundamente del papel que se esperaba que representaran, pero diariamente y a lo largo de toda su vida se abstienen de la huida final por una o dos consideraciones. Algunos tienen familias, que se avergonzarían, y hasta se sentirían culpadas, si el asunto se hiciera público; a otros les falta valor y retroceden ante las circunstancias de la muerte. Hasta cierto punto, ése es mi caso. No puedo ponerme una pistola en la cabeza y apretar el gatillo. Algo más fuerte que yo mismo impide la acción; y, aunque detesto la vida, no tengo fuerza material suficiente para abrazar la muerte y acabar con todo. Para la gente como yo, y para todos los que desean salir de la espiral sin escandalo póstumo, se ha inaugurado el Club de los Suicidas.
De "El Club de los Suicidas", de Robert Louis Stevenson
lunes, 6 de agosto de 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
hoy lo empiezo!!!
GRACIAS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Publicar un comentario